Por: Enrique Galván-Duque Tamborrel Enero / 2007 Éste es sólo uno de los cientos de casos en que niños llegan solos de forma ilegal a Estados Unidos y que de acuerdo con estadísticas de Ésta es una nueva modalidad entre los padres indocumentados que viven en Estados Unidos y que —llevados por el deseo de volver a ver a los hijos que quedaron en su país— los empuja a recurrir a cualquier medio para traer a sus pequeños, sin siquiera medir a lo que se exponen los menores. Los Changobalin son un claro exponente de esta cada vez más creciente modalidad, que aceptaron relatar la odisea que vivieron en carne propia al enfrentarse a la realidad de haber perdido todo rastro de su pequeña Marjori, que permaneció desaparecida luego de haber sido introducida al país por personas que cobraron para ello. "Dejé a mis hijas cuando Marjori tenía un año y mi otra hija estaba recién nacida. Mi esposa se vino al año siguiente y mis niñas quedaron al cuidado de la abuela materna", explica en tono apesadumbrado Changobalin. "Alguien me presentó a Virginia, una mujer que me aseguró que ella podía sacar una visa de turista para mi hija en Luego de un suspiro, prosigue: "La sola idea de volver a ver, aunque fuera a una de nuestras hijas, nos llevó a tomar la decisión de reunir el dinero e intentar traer a Marjori a vivir con nosotros". Recuerda que, inicialmente, le cobraban 15 mil dólares, pero después de hablar le rebajaron a 13 mil. "Empezamos a trabajar con mi esposa de día y de noche y en enero enviamos el primer pago de tres mil dólares a nombre de Víctor Hugo, luego hice tres pagos más a Carlos, hasta que en marzo completé la suma acordada". Mientras la familia Changobalin lograba reunir el dinero, en Ambato, Ecuador, la abuela de Marjori, Aída, preparaba el viaje de la pequeña niña que —se suponía— vendría en avión desde Quito hasta Nueva York. "Luego de transcurridos algunos meses me llamaron para informarme que mi hija debía viajar en un tour, por lo que demoraría en llegar a Estados Unidos cinco días más de lo planeado inicialmente", dice Changobalin. "Finalmente, a mediados de junio pasado, llamaron a mi suegra para avisarle que debía entregarle la niña a Carlos, hijo de Virginia, y que sería una de las personas que supuestamente la traería". Desde ese momento, ni Aída en Ecuador, ni sus padres en Plainfield, New Jersey, volvieron a saber nada de Marjori. Con lágrimas en sus ojos, el angustiado padre recuerda: "Fue terrible ver cómo pasaban los días, las semanas y no sabíamos nada de la niña. Entonces, decidí ir donde Virginia, que vive en North Plainfield, para que me dijera algo de mi hija. Sólo me respondió que no tenía de qué preocuparme, que lo único que sucedía era que 'la pasada' estaba dura. Pero yo seguía sin entender, porque se suponía que a mi niña me la traían con una visa de turista y en avión". Elissa Steglich, abogada gerente del Comité de Servicios de Amigos Americanos de Newark, explica: "Si un menor es sorprendido cruzando la frontera o tratando de entrar ilegalmente solo a los Estados Unidos, es puesto bajo la custodia de la oficina de refugiados del Departamento de Salud y Servicios Humanos, que mantiene centros en varios lugares de la nación". Añade: "Si se puede ubicar a un familiar o a uno de sus padres, generalmente las autoridades le otorgan un permiso para reunificar a los menores. El acuerdo es bajo la condición de comprometerse a que el menor va a estar bien cuidado y se garantiza que acudirá a todas las audiencias ante una corte de inmigración". Los números indican que existe una tendencia a que esta modalidad de la entrada de menores solos a Estados Unidos crezca, si se compara la cifra del año pasado (115 mil arrestos registrados) con la reportada en 2001, donde fueron arrestados 98 mil menores. Aída, vía telefónica desde Ecuador, afirmó: "Estaba desesperada sin saber nada de la niña. Fui a las autoridades para poner una denuncia, pero el fiscal me dijo que no podía detener a la persona a la que yo le había entregado a Marjori y que sólo podía emitir una citación para interrogarlo. Tras consultar a mi yerno sobre la situación, él me pidió que no continuara con el trámite porque temía que pudieran tomar represalias contra la menor". Pasaron más semanas y Changobalin volvió a ir con Virginia, pero se encontró con que la mujer había viajado a Ecuador y quien lo atendió fue su esposo, Telmo. Para prolongar más su agonía, el desesperado padre recuerda: "Cada vez que iba a preguntarle a él sobre lo que había pasado con mi niña, y de amenazarlo con denunciarlo a la policía, siempre me contestaba lo mismo: que no le importaba, que lo hiciera". Según Changobalin, en una de las ocasiones, Telmo le afirmó: "Su hija está en Tijuana, México, no se preocupe, que ella está bien atendida". Tras pasar otro mes, el padre llamó a su suegra y le pidió que se comunicara con las personas a las que le había pagado el dinero, para decirles que lo único que quería era que le regresaran a su hija y que se olvidaran del dinero. El pasado 11 de noviembre, los esposos Changobalin se enteraron de que Virginia había llegado procedente de Ecuador, por lo que decidieron ir a avisar a las autoridades. "Fui a la policía de North Plainfield, donde encontré a un uniformado que hablaba español y le conté lo que me estaba sucediendo". "El policía, muy amable, se interesó en mi caso y me acompañó a la casa de Virginia. Ella primero se escondió, después dijo no saber nada de la niña y le dijo al uniformado que yo le debía dinero de unas joyas que le había comprado a ella. El policía me dijo que, lamentablemente, no había pruebas suficientes para hacer una denuncia formal". Sin embargo, al día siguiente, en Ecuador, Aída recibió una llamada anónima de una persona mayor, indicándole que la niña había sido arrestada, en el mes de agosto, por la policía en la ciudad de San Diego. "Con esta información decidí pedir ayuda y buscar a la niña, a la que finalmente encontramos dentro del sistema federal de niños puestos en hogares de crianza, en la ciudad de Tacoma, en el estado de Washington". Esta es la triste realidad a la que se enfrentan muchos migrantes que por el ansia de llegar a dizque "tierra prometida" arriesgan hasta su propios hijos.
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