miércoles, 28 de abril de 2010

El beso de Judas… ¿un destino de toda amistad?: la lealtad

 

Enrique Galván-Duque Tamborrel
junio / 2007

 

Cuando confiamos somos vulnerables. Descubrimos nuestros errores, miedos y defectos. Es como si nos volviéramos de cristal y nos abandonáramos en las manos de alguien querido. ¿Qué pasa si nos deja caer? ¿Cómo lograremos pegar los pedazos?
 
Son muchos los rostros que se cruzan en nuestro camino: desde el señor de la tienda, el médico, los maestros, los compañeros, etc. Sin embargo, no todos tienen igual importancia en nuestra existencia.
 
Aristóteles decía que no podemos ser felices sin amigos. Y es cierto. Cuanto más nos empeñamos en ser autosuficientes, más solos nos sentimos. Necesitamos de los demás.
 

El Estagirita agrega que hay tipos de amistades:

  1. La básica que parte del placer o de la utilidad. Serían los llamados "cuates".
  2. La profunda que se basa en el mutuo deseo de que el otro esté bien. Serían nuestra familia, nuestros mejores amigos y nuestro novio o novia.

 

La verdadera amistad no se fundamenta en el interés. Esto se vuelve difícil en la actualidad porque todo se compra, se vende, se cambia. Si me atienden mal me voy a otro lugar y si la ropa que compré está defectuosa, la devuelvo.
 
Fletcher dice que "en el mercado, donde lo que está en juego es la calidad del producto que recibimos, la mejor opción es el abandono".
 

Y a veces funcionamos así en todos los ámbitos, hasta con nuestros amigos. La tendencia es cambiar en lugar de luchar.

 

Estamos acostumbrados a la competencia. Decía Bernabé Tierno que hoy la educación es fundamentalmente selectiva y discriminatoria. Estudiar, aprender no es algo interesante… ¡es competir! Quien logra las marcas, sigue adelante y es valorado; quien tiene problemas es eliminado.

 

La verdadera amistad que es la base para el noviazgo, parte de la aceptación y del cariño total y necesita como condiciones indispensables:

  1. Sinceridad: ¡Imagina no compartir lo que pensamos! O engañar, o exagerar, o ponernos máscaras. La sinceridad es un regalo porque es compartir información íntima que normalmente no mostramos a todo el mundo.
  2. Lealtad: que es una consecuencia evidente de la sinceridad ¿Cómo se puede ser sincero con una persona si sabemos que va a utilizar información en nuestra contra?

 

Con los amigos tenemos un lazo afectivo especial. Es como si entregáramos nuestra persona.  La sinceridad, la lealtad, el cariño y la aceptación tienen que ser de los dos lados, tiene que ser recíproca.

 

Los ámbitos donde principalmente se consigue este clima de cariño y aceptación a pesar de las diferencias entre las personas son:

1.           La familia

2.           Los amigos

3.           El novio, la novia o la familia elegida.

Todos necesitamos pertenecer a una familia y rodearnos de amigos. (Por eso es preocupante la situación de los niños de la calle, porque, independientemente de lo económico, carecen de los elementos más fundamentales como un hogar)

 

Ya lo vimos, estamos en un ambiente competitivo y crítico, en la familia y con los amigos deberíamos de aprender a pasar por alto los errores y los defectos para subrayar las virtudes y aciertos.
 
Es natural que haya conflictos. Podremos discutir y alejarnos pero, si la amistad es verdadera se superarán los problemas.
 
Con los amigos y en la familia no importa tanto cómo seamos sino quiénes somos. Una manera de comprobarlo es midiendo las críticas. Entre  desconocidos el chisme es algo cotidiano, la murmuración es periódica e incisiva, la competencia muy dura. Hay que tratar de que no sea así con las personas que queremos.
 

En la Divina Comedia, Dante Aligheri nos lleva por los círculos del infierno. Conforme descendemos es más grave la falta y por lo tanto peor la pena.

 

La confianza es algo muy difícil de adquirir y fácil de romper. La decepción que nos puede causar alguien querido es un dolor muy grande. Por eso hay que tratar de nunca hacerle este daño a alguien. Puede ser que lo hagamos sin querer pero nunca a propósito.                        

 

Dante les reserva un lugar especial en el infierno a aquellos que traicionan. No es lo mismo alguien que roba  que un ladrón que se hace pasar por amigo. Este último nos quita, además de cosas materiales, la confianza.
 
Algunos, muchos… los más, son amigos en los tiempos felices… pero ¿y en los tristes?  Es como un trato implícito en el no existe un contrato que la certifique, no hay firmas de por medio. Es sobre todo un compromiso con la persona como fruto de los lazos de un cariño especial.
 

La traición es común  y tiene infinitas manifestaciones, desde la simple crítica destructiva hasta el engaño. Puede haber muchas justificaciones, pero lo cierto es que hace un daño terrible a la persona querida y a la sociedad en la que la confianza se ha disminuido.

 

Hay que ser leales, es cierto, pero también reflexivos. La adherencia ciega a lo que sea (un amigo, novio, país, familia) sin cuestionarnos nada transforma a la lealtad en idolatría.
 

El engaño no deja marcas visibles pero lastima una parte muy importante del ser humano: la confianza. El cariño sólo puede crecer con base en la lealtad, en saber que la persona con quien tenemos lazos especiales nos cuida. Ser amigo verdadero es decirle sin palabras "no te traicionaré".

 

 



No hay comentarios:

Publicar un comentario