Cuando se oyen tantas alharacas de los pregoneros de "izquierda progresista" --términos muy socorrido en discursos y escritos--, que por cierto estoy seguro de el 99.9% de los pseudo izquierdistas que tanto los usan no saben que significan –esto no es cuento, a muchos les he preguntado y nadie los ha podido definir--, ¡ah! pero eso si, los siguen usando con bombos y platillos.
Sin hacer mucho ruido, a diferencia de la estridencia de algunos gobernantes sudamericanos que hablan pomposamente de Bolívar, la integración y la unidad latinoamericana, Centroamérica es la que más ha avanzado en materia de integración económica.
Así lo reconoció hace un par de meses Luís Alberto Moreno, presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
El máximo funcionario del BID dijo: "Centroamérica tiene la integración más profunda de toda Latinoamérica en términos económicos y políticos y es un terreno fértil para las inversiones y el desarrollo. Hay países latinoamericanos que han tomado decisiones que podrían llevarles a perder los incentivos para atraer inversión extranjera".
Fue ésta una manera muy diplomática de evitar decir los nombres de esos países que sabotean la integración en América Latina.
Pero como no soy diplomático ni presidente del BID, digo que esos países son Venezuela, Bolivia y Ecuador, seguidos a cierta distancia por Argentina, Brasil y Uruguay.
Las tres primeras naciones tienen gobiernos populistas y estatistas muy radicales, proteccionistas y contrarios al libre comercio, y evocan a los regímenes de Juan Domingo Perón en Argentina, Getúlio Vargas en Brasil y Juan Velasco Alvarado en Perú —por solo citar tres casos— y las políticas "cepalistas", o sea impulsadas por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) desde 1948, de sustitución de importaciones e intervención del estado en la economía, que buscaban estimular artificialmente la demanda mediante el gasto de los presupuestos nacionales, y que lo que lograron fue un mayor empobrecimiento de sus pueblos, más atraso y deudas astronómicas.
El Tratado de Libre Comercio de América Central (TLCAC) y República Dominicana ya le da ventaja a los centroamericanos con respecto a Sudamérica, pues al convertirse en una plataforma de acceso a EU se ha convertido en un imán para la atracción de capitales.
Por otra parte, hace poco en Beijing los 10 países miembros de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN) afinaron posiciones para la creación, con China, de una zona de libre comercio que será la mayor del mundo con 2,000 millones de consumidores.
Hablando de Asia, a los críticos del libre comercio se les puede preguntar ¿cómo fue que en apenas 45 años Taiwán, Corea del Norte o Singapur pasaron casi del feudalismo a ser naciones prósperas ya casi en el Primer Mundo? ¿Por cerrar sus fronteras o por abrirlas? ¿Y el ejemplo de Chile?
En Sudamérica, sin embargo, no pocos insisten en nadar contra la corriente y en regresar al fracasado nacionalismo proteccionista.
No sé cómo Hugo Chávez, Evo Morales o Rafael Correa pueden hablar en serio de unidad e integración si son enemigos casi fanáticos del libre comercio, de ese mismo que puso en marcha un puñado de países en Roma hace 50 años, convertidos hoy en una superpotencia mundial con una moneda común.
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