viernes, 30 de abril de 2010

El día de la victoria de Europa


 

Enrique Galván-Duque Tamborrel
junio / 2007

 

8 de mayo de 1945. El silencio se extiende por Europa. Explosiones, estruendos fragorosos, detonaciones han cesado. Incrédulo, el mundo contempla la rendición de la Alemania nazi (Japón se rendirá hasta el 14 de agosto) y la destrucción causada por la guerra más devastadora en la historia de la humanidad. Tres cuartas partes de la población mundial han sufrido los desastres de la guerra. Cincuenta y cinco millones de personas han muerto, muchos millones más han sufrido heridas, hambre y desolación.

 

No hay palabras para expresar el sufrimiento. Por eso tratamos de entender las causas del horror, para encontrar el significado más profundo de esta tragedia. ¿Qué puede explicar los campos de concentración soviéticos y nazis? ¿Cómo entender el Holocausto judío? ¿Podemos imaginar siquiera la agonía de Hamburgo, Berlín, Londres y Varsovia, y tantas otras, bombardeadas, quemadas, derruidas desde el aire? ¿Los fusilamientos, ahorcamientos y torturas bestiales que cometieron las tropas del Ejército Rojo de Stalin y la Wehrmacht de Hitler?

 

Intentemos buscar el significado más profundo, e ir más allá de la obscena búsqueda de poder y la codicia desenfrenada. Detrás de estos motivos, sin duda presentes, está la capacidad de odio y de maldad que anida en los seres humanos. La perversión de la razón produce ideologías enloquecidas, como el nazismo, el fascismo, el comunismo o el capitalismo. El desorden y la anarquía cobijan el surgimiento de los dictadores y demagogos. La ignorancia produce el racismo, el chovinismo y la persecución de los diferentes. Pero es finalmente la maldad humana, el disfrute bestial del dolor ajeno, lo que hace que un ser humano mutile, torture o asesine a otro ser humano. Cuando el ser humano cruzó la frontera máxima de la maldad, algo murió en cada uno de nosotros. La cobardía, la indiferencia, el miedo, permitieron que el mal tomara el control de nuestras sociedades. Siempre seremos responsables, en cierta medida, de la maldad desatada por el mundo.

 

Hoy recordamos el 8 de mayo como el día en que acabó en Europa la pesadilla de la guerra. No olvidemos. No tenemos derecho a olvidar. Tanto dolor debe ser recordado por siempre. Y debemos oponerle nuestro Amor, la única fuerza vital que nos aleja de la bestialidad y nos acerca al Infinito. En el Amor, cada lágrima es enjugada, cada herida es sanada. En el Amor, nos reconciliamos y perdonamos.

Es nuestro compromiso evitar que algún día, el horror vuelva a pasearse por el mundo, como lo hizo durante los amargos y oscuros años de mediados del siglo XX.

 


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