Querien Vangal mayo / 2007 Siempre que tengamos frente a nosotros a una persona y a un objeto y lo veamos, en milésimas de segundo, es enviada a nuestro cerebro pensante una calificación subconsciente de aceptación o rechazo de nuestro cerebro emocional y en algunos casos de alerta y de emergencia. Estos son nuestros sistemas de alarma que nos han permitido sobrevivir. La indiferencia es una enfermedad que impide a las personas expresar sus sentimientos o estar conscientes de lo que sienten. Se llama "alexitimia". No se trata de que los alexitímicos nunca sientan nada, sino que son incapaces de saber y de expresar cuales son sus sentimientos. Indiferencia según el diccionario de la lengua española de En esta definición se encuentra el vacío que el avance científico de En esta definición se determina que no se siente nada, no existe deseo ni aversión, no existe el gusto o el disgusto y esto claro es la indiferencia, pero si define a qué: una persona, un objeto o un negocio y aquí está el vacío. Siempre que tengamos frente a nosotros a una persona y a un objeto y lo veamos, en milésimas de segundo, es enviada a nuestro cerebro pensante una calificación subconsciente de aceptación o rechazo de nuestro cerebro emocional y en algunos casos de alerta y de emergencia. Estos son nuestros sistemas de alarma que nos han permitido sobrevivir a través de miles y miles de años. Cuando enfocamos nuestra atención en un negocio, estos mismos sistemas de alarma que tienen almacenada nuestra experiencia de vida desde que nacemos, nos harán sentir a favor o en contra de esa operación, de acuerdo con el recuerdo subconsciente de asuntos similares que hayamos vivido y desde luego de sus resultados. Esta es una enorme aportación de nuestro cerebro emocional que percibimos como intuición y que en realidad deberíamos hacerle caso. Es nuestra experiencia de vida. En este contexto la indiferencia es una enfermedad que por lo menos impide a las personas expresar sus sentimientos o estar conscientes de lo que sienten y se llama "alexitimia" y este el quid de la cuestión. No se trata de que los alexitímicos nunca sientan nada, sino que son incapaces de saber y de expresar cuales son sus sentimientos. Entonces es posible que su cerebro emocional trabaje muy bien pero que su comunicación al cerebro pensante y entonces, podríamos pensar que la indiferencia es una valoración intelectual dentro de una enorme gama de prioridades e intereses y si esto es así, estamos hablando de una actitud dañina, mala y a veces perversa considerando lo que afecta a las personas desdeñadas. Porque lo contrario a la indiferencia es el interés y es la atención y si ponemos en un ser humano unos segundos de atención, estaremos conectándonos empáticamente, despertaremos el interés y nos moveremos a la acción de respuesta. Esta es una postura normal entre seres normales. Nuestras prioridades, la socialización y un cúmulo de otros factores socio-psicológicos pueden llevarnos a dirigir o a inhibir nuestra atención o las emociones que sentimos y, así, nuestra empatía, creando intelectualmente y muchas veces inadvertidamente algo como la indiferencia. Sencillamente, prestar atención nos permite construir una conexión emocional. Si falta la atención, la empatía no tiene la menor oportunidad y si la tienen la distracción y la poca motivación, que confundimos con indiferencia. Cuando vemos a alguien en aflicción, circuitos similares reverberan en nuestro cerebro, una especie de resonancia empática de grueso cableado que se convierte en preludio de la compasión. Si un niño llora, los cerebros de los padres reverberan de manera muy parecida, lo que a su vez los hace ponerse automáticamente en movimiento para hacer algo para aliviar el dolor de su hijo. Nuestro cerebro ha sido preparado para la bondad. Automáticamente vamos en ayuda del niño que grita de terror; automáticamente queremos abrazar a un niño que sonríe. Estos impulsos emocionales son "prepotentes": nos provocan reacciones instantáneas no premeditadas. Cuando oímos un grito de angustia, este activa las mismas partes de nuestro cerebro que experimentan la angustia, además de la corteza pre-motora, señal de que nos estamos preparando para actuar. De manera similar, oír a alguien contar una historia triste en tonos penosos activa en quien escucha, la corteza motora < que guía los movimientos> además de los circuitos relacionados para la tristeza. Ver una expresión emocional, oír un tono de voz o tener la atención dirigida a un tema dado dispara instantáneamente las neuronas que ese mensaje indica. Sentir con nos mueve para actuar para. Lo expuesto en párrafos anteriores nos demuestra la enorme complejidad del manejo emocional, la cantidad de acciones y sucesos que en milésimas de segundo suceden fuera de nuestra voluntad y de nuestra conciencia. Lo correcto es aceptar, según creo yo, lo que somos es ser desatentos, no nos atendemos, no nos prestamos atención, no nos escuchamos con atención y por eso minimizamos la comprensión, la empatía y el altruismo. Nos dispersamos en cosas banales y desatendemos lo básico y lo que verdaderamente importa, nos estamos convirtiendo en autistas emocionales. Si la falta de atención de los jefes a los subordinados en las empresas los inhibe en su desarrollo y eficiencia, si estos son jefes ineptos, ¿que podemos pensar que suceda en nuestros hogares si tenemos padres ineptos? A continuación tenemos tres modelos de padres ineptos en problemas de atención y de lo que llamamos indiferencia: Ignorar los sentimientos en general: Los padres que tienen este estilo, tratan las aflicciones emocionales de sus hijos como un problema trivial o aburrido, algo que deben esperar que pase. No logran utilizar los momentos emocionales como una oportunidad para acercarse a su hijo o ayudarlo a aprender una lección en el aspecto emocional. Mostrarse demasiado liberal: Estos padres se dan cuenta de lo que siente el niño, pero afirman que sea cual fuere, la forma en que el niño se enfrenta a una tormenta emocional, siempre es adecuada…..incluso si es, por ejemplo, con golpes. Al igual que aquellos que ignoran los sentimientos del niño, estos padres rara vez intervienen, ni intentan mostrar a su hijo una respuesta emocional alternativa. Tratan de suavizar todas las perturbaciones y, por ejemplo, recurrirán a la negociación y a los sobornos para lograr que su hijo deje de estar triste o furioso. Mostrarse desdeñoso: y no sentir respeto por lo que su hijo siente: Estos padres son típicamente desaprobadores, duros tanto en sus críticas como en sus castigos. Pueden prohibir, por ejemplo, cualquier manifestación de ira del niño y castigarlo a la menor señal de irritabilidad. Son los padres que gritan con enojo al niño que intenta dar su versión de los hechos: "¡No me contestes!" Finalmente, hay padres que aprovechan la oportunidad de un trastorno del hijo para actuar como el equivalente de un mentor o entrenador emocional. Se toman los sentimientos de sus hijos con la seriedad suficiente para tratar de entender exactamente lo que les preocupa. Le ofrecemos a una persona nuestra atención absoluta, y la escuchamos absolutamente. Procuramos entender a la otra persona en lugar de sólo dejar sentada nuestra opinión. La sintonización es la atención que va más allá de una empatía momentánea y llega a ser una presencia completa y sostenida que facilita la afinidad. Y todos podemos facilitar la sintonización y eliminar la supuesta indiferencia, simplemente prestando atención, intencionalmente. |
martes, 13 de abril de 2010
La indiferencia de los padres
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