sábado, 27 de marzo de 2010

Chacoteos

 

Por: Querien Vangal

Abril / 2007

 

En muchas culturas los chacoteos forma parte de la vida. Hay chacoteos entre niños y entre ancianos, entre amigos y entre desconocidos, en un programa televisivo, en el parlamento, en la fábrica o en el bar.

 

Los chacoteos son de muchos tipos. Simpáticos o de mal gusto, de descanso o provocadoras, de tensión o de ira, capaces de humillar y herir a una persona o llenas de sana alegría, traicioneras o capaces de restablecer una amistad en quiebra, inocentes o llenas de malicia.

 

El chacoteo nace desde una idea y se concreta en palabras o en acciones. Puede dirigirse a una o a varias personas, a un familiar, a un amigo, a un desconocido, a uno que nos resulta simpático o antipático. Puede ser breve y provocar un momento de risa, o larga, y crear una extraña situación entre lo cómico y lo trágico. Puede mostrar la simpatía del bromista o su bajeza y falta de escrúpulos.

 

¿Cómo juzgar el fenómeno del chacoteo? En el Catecismo de la Iglesia católica no aparece ni una sola vez la palabra "chacoteo". Tampoco se encuentra la palabra "chiste", aunque sí es mencionada una vez, en clave positiva, la palabra "humor" (cf. n. 1676, al citar un documento del episcopado latinoamericano).

 

Podríamos ver si se aplican a los chacoteos algunas indicaciones dadas sobre la mentira, pues hay chacoteos que se basan en engaños de mayor o menor gravedad (cf. Catecismo de la Iglesia católica nn. 2475-2487). Cuando los chacoteos faltan seriamente contra la verdad, entonces podrían ser consideradas como un pecado, especialmente cuando hieren gravemente la confianza que los demás tienen en nosotros.

 

El novio, en chacoteo, simula salir con otra. O hace creer que toma drogas ligeras, o que va a romper con la novia por un capricho, sólo para jugar y para "gastar un chacoteo". Sus gestos, aunque aparentemente inocentes, o quizá incluso pensados como algo "cariñoso", pueden abrir heridas imprevistas en la novia, pues la psicología de cada corazón es tan compleja que no siempre un gesto inocente es interpretado así por quien recibe el chacoteo.

 

En la mayoría de las ocasiones, los chacoteos serán bien acogidos. Crearán un clima de distensión, de confianza, de simpatía. Especialmente con ayuda de esos chacoteos simpáticos que nos muestran el ingenio de los demás y que nos llevan también a reírnos un poco de nosotros mismos. Serán chacoteos bienvenidos, que acogeremos y que repetiremos para reírnos juntos, para crear un clima alegre en nuestras relaciones humanas.

 

Con una sana dosis de prudencia, sabremos discernir con quién y hasta qué medida gastar un chacoteo. En caso de duda, lo mejor es no chacotear: más vale parecer un poco serios que no, por chacoteos inoportunos o molestos, abrir una pequeña herida en algún hermano nuestro.

 

La prudencia también nos llevará a reconocer que un exceso de chacoteo, el vivir continuamente entre chistes e ironías, puede hacer pensar que somos personas superficiales. El chacoteo vale en un contexto adecuado y sin abusos. Cuando llega la hora de tocar temas serios, sin llegar a ser rígidos como un soldado de plomo, hay que saber cambiar de actitud, reconocer que existe un momento para cada cosa.

 

Acojamos, pues, los chacoteos, como parte de esa riqueza humana que nos permite descansar y darle un toque alegre a la vida. A pesar de tantas sombras y de tantos problemas, cada uno, desde las distintas situaciones de la vida, puede reír un poco y crear un clima fraterno de alegría y de descanso, con buenos chacoteos y, sobre todo, con el cariño de quien busca hacer felices a los demás.

 

 

 



No hay comentarios:

Publicar un comentario