sábado, 6 de marzo de 2010

Equinoccio en Teotihuacan

 

Por: Enrique Galván-Duque Tamborrel

Marzo / 2007

                                                                                                                                          

Además de la función ritual de muchos edificios de Teotihuacan, podemos sospechar el uso de algunas estructuras arquitectónicas como instrumentos astronómicos. A principios de 1961 los arqueólogos Jorge Acosta y Jorge Canseco inician la exploración de los edificios situados en la parte oeste de la plaza de la Pirámide de la Luna. Allí reportan, en junio de 1962, el hallazgo de "un complicado palacio" al que provisionalmente llaman "Palacio de las Mariposas", en virtud de que encuentran piedras con relieves de alas "como de mariposas". Estas piedras eran parte de los pilares que sostenían el techo de vestíbulos ubicados alrededor de un patio cuyos muros mostraban pinturas con: "...motivos de grecas escalonadas enmarcadas por ganchos". En ellas advirtieron hileras de círculos de color verde, los cuales resultaron ser huellas de un pegamento que mantenía adheridos unos discos de mica. Acosta concluyó que el palacio fue quemado por los mismos teotihuacanos en los últimos momentos de la gran ciudad.

 

Al Palacio de Quetzalpapálotl se llega partiendo de la plaza de la Pirámide de la Luna, hacia su parte sudoeste, de donde, luego de subir por una amplia escalinata, se penetra a un recinto techado, al fondo del cual se halla una puerta que comunica hacia este bello recinto, posiblemente privado. En 1964 Acosta realiza una labor de reconstrucción que iba a ser pionera en este campo. Su precisión la constatamos hoy con el presente estudio arqueo-astronómico, el cual se llevó a cabo en 1995. El propio Acosta narra en sus escritos el rigor técnico de su trabajo: los relieves de los pilares, un fragmento del techo y la ubicación y número de las almenas guían a los restauradores de modo muy preciso.

 

Cuando Jorge Acosta encontró el Palacio de Quetzalpapálotl la arqueo-astronomía era una disciplina prácticamente desconocida. Muchos años después de este hallazgo se iba a observar en Chichén Itzá un efecto solar que cobraría fama mundial: en El Castillo, cuando la sombra escalonada de los cuerpos de la pirámide se proyecta sobre la balaustrada de la escalinata, tomando la forma curva del cuerpo de una serpiente, se ve la llegada del equinoccio, importante evento astronómico. En el Palacio de Quetzalpapálotl, también señalando el equinoccio señalando el equinoccio de primavera, entre las 7:15 y las 7:45 a.m., mientras el sol se eleva, la sombra escalonada de las almenas del lado este del patio va recorriendo los ángulos de las figuras, también escalonadas, pintadas en rojo sobre el muro occidental del palacio. La sombra se desplaza de sur a norte, como si bajara unas gradas.
 
La pintura del palacio sobre la que se proyecta la sombra, se acompaña de una serie de círculos de mica, a manera de espejos que conforme recibían la luz solar lanzaban destellos sobre la parte no iluminada del recinto. La figura escalonada es un xicalcoliuhqui, especie de greca cuya evolución, según demostró Alfonso Caso, partió de las formas naturalistas de la serpiente. Por tanto, ambos efectos, el de Teotihuacan y el de Chichén Itzá, presentan el recorrido de sombras sobre cuerpos serpentinos, y ambos suceden con gran precisión el día del equinoccio. Ya que el palacio teotihuacano se construyó antes que el edificio de Yucatán, tenemos aquí la influencia de la ideología del centro de México en la zona maya.
 

Las observaciones hechas nos muestran una hierofanta en la que se encuentran la oscuridad y el día. De esto último nos habla el simbolismo de las imágenes plasmadas en los dos elementos que intervienen en este efecto de luz y sombra: la pintura y la almena. El reconocido arqueólogo Felipe Solís, en un libro recientemente editado por México Desconocido, dice que en los pilares del poniente del palacio aparecen búhos, aves asociadas a la oscuridad, mientras que las almenas del techo representan rayos de sol (algo que por nuestra parte habíamos destacado años atrás). En algunos códices como el Vaticano 3773, el Borbónico y el Borgia vemos xicalcoliuhquis sobre bandas con círculos que recuerdan los que decoran muchos tableros teotihuacanos. En los códices también aparece este motivo relacionado con el calendario y los astros (el Sol y Venus), donde varios templos presentan almenas escalonadas por un solo lado, muy similares a xicalcoliuhquis. La relación almena-xicalcoliuhqui nos parece clara en estos ejemplares.

 

Las aves han sido consideradas en Mesoamérica como símbolo de los astros. Hay ejemplos, tanto del Clásico como del Posclásico, en donde se puede ver la relación Sol-guacamaya entre los mayas o Sol-águila entre los mexicas. En las almenas, el otro elemento que vemos en el palacio, tenemos como decoración el símbolo rayo / trapecio, indicador de año, carácter que debió adquirir desde Monte Albán I (Preclásico). Esta relación simbólica refuerza el aspecto calendario-astronómico del Palacio de Quetzalpapálotl.

 

Muchos años después de los trabajos de Jorge Acosta, y luego de un análisis de sus escritos, pudimos realizar observaciones solares en aquel conjunto teotihuacano que da la más clara idea del aspecto que debieron presentar estas unidades arquitectónicas en la época de esplendor de la gran metrópoli. Gracias a ello encontramos un probable observatorio solar, donde las figuras decorativas van más allá del simple ornamento y se convierten en un elemento que sobrepasa lo simbólico para llegar a una operatividad astronómico-arquitectónica, como instrumento de gran precisión para determinar fechas agrícolas, religiosas o de cualquier evento de importancia económico-ritual.

 

 

AMANACER EQUINOCCIAL EN TEOTIHUACAN

 

La cúspide de la Pirámide del Sol se encontraba repleta de personas que, vestidas de blanco pero siempre con alguna prenda de color rojo, tenían la vista fija en el horizonte, cuyas tonalidades cambiaban a cada momento en esa aurora equinoccial. Siguiendo un ritual de orígenes inciertos, comenzaron a alzarse los brazos, con las palmas hacia el frente, mientras el Sol, aún bajo las elevaciones de Apan, anunciaba su inminente arribo en esa fría mañana. Un clamor generalizado acompañó los primeros rayos, que de inmediato tiñeron de tonos rojizos el paisaje, las pirámides, el ropaje de los asistentes y las palmas de mil manos extendidas hacia él.

      

Los rayos solares irrumpieron al pie del Cerro Colorado Grande. Algunos consideran este punto como un marcador usado por los antiguos teotihuacanos para señalar el equinoccio, pero de haber sido así hubiesen construido la Pirámide del Sol más al norte, de modo que el día del equinoccio se conservase la salida del astro sobre la cima del Cerro Colorado, tal como se observa desde la Pirámide de la Luna, evento que sugiere a este último edificio, ubicado en el extremo norte de la Calle de los Muertos, como el sitio donde se celebraban los rituales del equinoccio, algo que nos confirma el fenómeno descrito para el interior del Palacio de Quetzalpapálotl, que también se da en el mismo día.                                                                                                                                        

       

 

 

 

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