Por: Enrique Galván-Duque Tamborrel
Marzo / 2007
Mujer valiente, de poderoso corazón, sin miedo de espetar al rostro de su sociedad contemporánea verdades candentes como ríos de lava:
"Para mí, las naciones que han legalizado el aborto son las más pobres, le tienen miedo a un niño no nacido y el niño tiene que morir". (Madre Teresa).
"La mayor enfermedad hoy día no es la lepra, ni la tuberculosis, sino más bien el sentirse no querido, no cuidado y abandonado por todos. El mayor mal es la falta de amor y caridad, la terrible indiferencia hacia nuestro vecino que vive al lado de la calle, asaltado por la explotación, corrupción, pobreza y enfermedad". (Madre Teresa).
"Nosotros predicamos un Dios bueno, comprensivo, generoso y compasivo. Pero, ¿lo predicamos también a través de nuestras actitudes? Si queremos ser coherentes con lo que decimos, todos deben poder ver esa bondad, ese perdón y esa comprensión en nosotros". (Madre Teresa).
Mujer auténtica, veraz, capaz de cimbrar con su testimonio a estructuras opresivas y desafiar a los más recalcitrantes y acendrados egoísmos. Luz contagiante, irradiación de verdad.
¿Cómo sucedió todo?
¿Cómo fue que un día decidió dejar su vida de confort y sacrificarse hasta el extremo por los más miserables entre los miserables?
Viajando por la India, pudo ver más a fondo, mucho más a fondo que la mirada indiferente del turista que posa sus ojos en el "folklore" de los pobres, de los indigentes, de los leprosos, de los Parias de la sociedad.
Pudo ver con los ojos del amor y sintió un llamado. Dejó todo...y los amó. Eso fue todo. Tan sencillo y tan increíblemente difícil de hacer por el común de los mortales. Tan increíblemente difícil renunciar al egoísmo.
El amor es un acontecimiento que suscita el despertar del ser verdadero, que yace aprisionado muchas veces en el calabozo del egoísmo, del hedonismo.
Sí, el amor es un acontecimiento que inunda el ser de luz, de luz contagiosa.
Respondió al llamado, sintió el fuego luminoso del amor en el centro de su alma. Su ejemplo, su fuerza vivificante, su luminosidad, tocaron a otras conciencias, otros seres que también supieron ver...y dejaron todo. Dejaron todo egoísmo (repelente del amor).
En algunos años, 3604 mujeres la seguían con votos religiosos, 411 novicias y 260 aspirantes a religiosas, esparcidas en 119 países.
Musulmanes, hindúes, budistas y de otra religiones no solamente la admiraban, sino que la imitaron e imitan.
En alguna ocasión, un grupo de budistas japoneses fue a hablar con ella de espiritualidad. Les comentó que ayunaba junto con su comunidad todos los viernes, y que el dinero que ahorraban lo destinaban a los pobres.
Al regresar a Japón, hicieron lo mismo en sus comunidades budistas. El dinero ahorrado se lo entregaron a la Madre Teresa, con él, construyó el primer piso de un centro de rehabilitación para muchachas en prisión.
Sí, el amor es un poder que irradia y alcanza a muchos.
Desde un apartado y recóndito lugar en la India, desde un corazón de mujer que desafió a la miseria del egoísmo y el desamor, surgió una lucecita que fue creciendo y aumentando hasta inundar al mundo entero...y cuestionarlo.
Recibió la primera edición del "Premio de la Paz Juan XXXIII", el 6 de enero de 1971. Después el premio "Templeton", y en 1979 el "Premio Nobel de la Paz".
Mujer-amor. Amor de Dios en ella. Con la sencillez de quien ama profundamente a Dios, con su sencillez...y su poder.
En alguna ocasión, en una entrevista le preguntaron:
-Usted es una persona muy conocida, ¿no se cansa de ver a tanta gente, de las fotografías?
-Teresa de Calcuta: considero que es un sacrificio, pero también una bendición para la sociedad. Dios y yo hemos hecho un pacto: le he dicho: "Por cada foto que me hacen, Tú, encárgate de liberar a un alma del purgatorio..."
-Entre sonrisas, añade- "Creo que a este ritmo, dentro de poco se va a vaciar el purgatorio".
Mujer, gran mujer. Su secreto: el amor, Dios, Cristo Eucaristía y la oración.
Una vez, un crítico le sugirió que haría más para terminar con la pobreza si enseñara a pescar, en vez de dar el pescado. Ella respondió:
"Las personas que yo ayudo no se pueden sostener por sí mismas, no se pueden parar. No pueden sostener la caña. Yo les daré el alimento y después se los enviaré a usted, para que usted les enseñe a pescar".
Nació en Skopje, Macedonia. Llegó a Calcuta el 6 de enero de 1929, cuando tenía 18 años y era una monja de la Orden de Loreto. 68 años después, dignatarios y celebridades de todo el mundo se reunieron en Calcuta para rendir un último y sentido homenaje en lo que fue un funeral digno de un estadista.
Su vida fue entrega de amor y sacrificio para los Parias de la posmodernidad, para los apestados del consumismo, del culto al ego y de la sociedad hedonista. Indigentes, leprosos, enfermos, miserables, abandonados. Todo aquel azotado por la implacable ley del más fuerte, del desamor y el egoísmo, fue predilecto de su corazón.
Y esa voluntad de vivir de la cual habla magistralmente Octavio Paz, se plasma de forma visible en nuestra bandera, en nuestros Símbolos Patrios que recogen lo más profundo de nuestras aspiraciones como mexicanos. En 1999, el Presidente Ernesto Zedillo con la finalidad de fomentar la unidad nacional, dio inicio a un programa para construir banderas gigantes en el país. Dicho programa, dirigido por la Secretaría de la Defensa Nacional, ha erigido banderas monumentales en varias ciudades y lugares de alto significado histórico para la Nación. Podemos encontrar en la capital de la República varias de ellas, la principal en el Zócalo Capitalino. Esto ha sido imitado y seguido en varias ciudades de todo el país.
¡Teresa de Calcuta, rostro que nos sorprende y eclipsa con su luz!
Así es: Mujer, GRAN MUJER.
Ha devuelto a la humanidad contemporánea su verdadero rostro, el del amor.
A los ojos de la Madre Teresa (Que supieron ver)
En tu desnudez de Paria, te vi,
temblabas, temblabas de frío,
no por el crudo amanecer,
hay un frío que hiere más,
que mata más...
el frío del desamor.
Tu piel oscura, de un extraño oscuro,
a fuerza de tanta mugre...
Y tus ojos inundados de vacío
parecían gritar al mundo indiferente:
¡¿Dónde está el amor?!
Yo te vi, Paria del desamor...
...e hice un alto en el camino:
Te arropé con amor,
te cuidé y curé tus heridas
Supe ver quién eras,
Paria del desamor...
...Y me devolviste:
Mi verdadero rostro.
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