Por: Enrique Galván-Duque Tamborrel
Abril / 2007
«Tú eres lo que lees»
Decir que en México se lee poco se ha convertido, lamentablemente, en un lugar común. Más triste aún, los niveles de comprensión de lectura son mediocres. Pero vale la pena reflexionar sobre el contenido de nuestras lecturas, y su repercusión en la cultura de nuestro país.
El libro es, a pesar de todos los pronósticos desfavorables, la principal herramienta de transmisión de cultura. A diferencia de las nuevas herramientas tecnológicas audiovisuales, que establecen una conexión directa e inmediata de estímulos sensoriales e impresiones cerebrales, el libro permite un elaborado proceso mediante el cual el pensamiento complejo se genera en la mente del lector, que involucra la memoria, el raciocinio, la fantasía, y que permite la reelaboración del mensaje, casi podría decirse, la reinvención del contenido que llega a su poder.
Ahora bien, hay libros y lectores para todo. Desde el más chabacano y deleznable contenido, hasta el más grandioso, profundo, divertido, útil, formativo o inspirador, el libro se abre generoso al contenido que cada sociedad quiera verter en su interior. Por eso es tan importante saber qué se lee, al mismo tiempo que averiguar cuánto se lee.
Olvidémonos de los libros técnicos, utilitarios y prácticos. Cumplen una función muy concreta y positiva, pero no se les puede pedir que incidan mayormente en el nivel cultural de una sociedad. Pensemos más bien en aquellos libros que por su contenido son relevantes y decisivos desde el punto de vista de la Cultura.
Si bien es cierto que la "Cultura" es uno de los conceptos más amplios que existen, se vale proponer uno que quede a consideración de quien esto lea, para motivar la reflexión y el análisis, y facilitar el juicio propio. Una "Cultura", es el conjunto de ideas, instituciones, valores, tradiciones, conocimientos, artes y modos específicos de ser de una comunidad que aspira a trascender en el tiempo.
Consideremos la importancia que tiene el cultivo de las Humanidades para la creación de una cultura verdaderamente "humanista". Las Humanidades son ciencias y artes que tienen al ser humano como objeto propio de análisis y estudio, a diferencia de las ciencias exactas y naturales, que se ocupan de las técnicas por las que el ser humano aspira a conocer y dominar el universo que habita.
Las Humanidades se refieren a los asuntos más profundos y esenciales de la vida humana, aquellos imposibles de medir y pesar, como el amor, la vocación, el sentido de la vida, la solidaridad, el afán de mejorar, de ser más, de ampliar las posibilidades vitales de la persona humana.
Ahora bien, mucho se ha polemizado en relación al fenómeno de la preferencia moderna por las ciencias exactas y naturales en detrimento de las Humanidades, es claro que tal tendencia ha crecido.
Actualmente las personas tienen más conocimientos técnicos que vivencias humanísticas, lo cual se considera valioso. Es mejor un libro práctico, que uno que no lo sea. A un pueblo pobre hay que darle comida, no literatura o música, según esta posición tan en boga entre políticos. Lo malo es que con esta visión se carece de un temperamento humanista que permita a la persona una visión de conjunto, una cosmovisión. Quien se forma solamente con libros técnicos adolece de graves lagunas en su particular manera de entender el mundo y actuar en él. No se da cuenta de sus necesidades espirituales y sólo presta atención a las materiales. No se le puede pedir peras al olmo.
Los frutos de la técnica son incapaces de satisfacer la necesidad espiritual de vivencia intelectual o estética, que sólo la filosofía, la literatura, la historia o la música pueden abordar por serles su natural ámbito, a saber, las cuestiones fundamentales del espíritu humano. Los libros que abordan las Humanidades son artículos de consumo básico, porque satisfacen necesidades espirituales, aún si éstas no son advertidas.
Conocer el cielo y el infierno, con Dante (La Divina Comedia); asomarnos al Mal, con Golding (El Señor de las moscas); vivir la pobreza de la mano de Dickens (Tiempos difíciles) o la guerra con Tolstoi (Guerra y Paz); perdernos en la España cervantina (Don Quijote de la Mancha) o recorrer la España decimonónica de Galdós (Episodios Nacionales); sumergirnos en la Inglaterra medieval con Chaucer (Cuentos de Canterbury) o empaparnos de la alegría de vivir de la Italia renacentista de Boccaccio (Decamerón); asustarnos con el vampiro de Stoker (Drácula) o asquearnos ante el monstruo de Shelley (Frankenstein); todas estas son experiencias vitales que regalan los libros.
Acercar los libros de humanidades al mayor número posible de personas es combatir la barbarie tecnificada de nuestras sociedades contemporáneas. Promover la lectura de contenidos humanistas es democratizar las posibilidades infinitas del desarrollo espiritual de las personas. Leer libros de contenido humanista es, sencillamente, enriquecer la vida humana en sus manifestaciones más generosas.
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