Por: Querien Vangal
Diciembre / 2007
1. Qué fue primero, el pensamiento o el lenguaje
A veces sin quererlo logramos suspender nuestros pensamientos (o para quien lo prefiera, nuestra alma) lo cierto es que después de lastrarnos de todo formalismo logramos un grado de sublimidad, en la que, tal vez, en ese momento logramos contactar la divinidad que recubre nuestro yo interior. Y luego, como un mágico efecto, logramos concebir una idea especial que llena nuestro espíritu, al principio, y luego nuestro ego intelectual. Por poco que aportemos al desarrollo de la cultura humana pensamos que hay algo de especial en esto. Es aquí cuando nuestros pensamientos son tan abstractos que es imposible asociar, la más mínima porción de ellos, con palabra alguna, mucho menos con algo considerado por nosotros inteligible.
Toda vez que surge este fenómeno intentamos formalizar el hecho, con el método más conocido por nosotros, y, muy a posteriores, asociamos el mismo con palabras que puedan comunicar a nuestros semejantes lo que internamente nosotros logramos visualizar. Estoy completamente convencido que los fenómenos cerebrales no dependen del entorno en que el poseedor del mismo este sumergido. El cerebro puede dar respuesta ante cualquier escenario conocido o extraño. El que el entorno moldee al cerebro como consecuencia de las respuestas que él prepara para el entorno, no supedita este hecho a que el entorno sea quien, en realidad, este moldeando al cerebro.
El cerebro ejecuta rutinas computacionales, que mucho antes de que la informática las haya "patentado" han tomado lugar en nuestra cotidianidad. Por ejemplo la selección de la moda (como estadístico básico) en una serie de precios acumulados a través del tiempo de un producto que deseamos adquirir en el mercado.
De estos hechos me apoyo, aunque sean insuficientes para demostrar algo tan complejo, para ponerme del lado de los que piensan que primero fue (y seguirá siendo) el pensamiento que el lenguaje. Valga este espacio para celebrar con júbilo esas Divinas Palabras.
2. hilda velez Dice:
3. Noviembre 2nd, 2007 at 12:36 pm
Respecto a este tema de las palabras y su poder puedo decir que…
Tengo la costumbre de saludar cada mañana con amor y alegría. Hay días, los menos, en que la boca no quiere pronunciar el saludo ni la mano escribirlo. Pero es bueno para el alma dejar que el afecto inunde las palabras, aún cuando otras emociones manden a la contención y pretendan silenciarnos. Ellas, esas emociones, tienen vocación de enredo. Nos tapan la luz y silencian el paisaje, nos dejan la piel ardiendo como piara, pero no para el amor, sino para la guerra. Vale el esfuerzo de modificarlas con el lenguaje. Un lenguaje que, armado con las palabras del amor, las tome de las riendas, las someta y las coloque donde no obstruyan la felicidad. Eso ayudará a ponernos al resguardo de sus vientos y a empujarnos nosotros mismos: por lo que somos, lo que fuimos, lo que seremos. No dejemos que esas emociones dañinas y traicioneras nos arrebaten la esperanza. Quitémosle el poder de convertirnos en mar sin horizonte, en vela sin pabilo. No somos nosotros de esas velas recientes que se consumen en ocho horas y de ellas no queda rastro. Fuimos conformados con la mejor cera, la que se derrite con el calor intenso, pero que no se consume; al enfriarse recupera su consistencia y ofrece la oportunidad de reconfigurarse, de volver a ser esencialmente, vela. Podemos recogernos, calentarnos y darnos forma. Y allí, con pabilo erguido y bien sostenido encendernos y perdurar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario