Por: Enrique Galván-Duque Tamborrel
Octubre / 2007
"Dos niños que vivieron dos años en la calle recordaron cómo los perros les daban calor en las noches, cómo siempre los esperaban en el lugar que utilizaban para dormir y cómo ellos se preocupaban por darles de comer, ya que uno trabajaba en una marisquería y el otro como cerillo en una tienda" (Padre Chinchachoma)
En el mundo, más de 8 millones de niños en pleno siglo XXI son esclavos, así lo indica el reporte realizado por la Organización Internacional "Save the Children". Esta misma organización indica que en el mundo hay 200 millones de niños y niñas que realizan un trabajo, de los cuales 126 millones son trabajos peligrosos.
De acuerdo a esta misma organización, 1.2 millones de niños son víctimas de tráfico infantil, un negocio infrahumano que mueve al año 23, 500 millones de euros, es decir, 342, 400 millones de pesos. Por otra parte, son víctima de explotación sexual 1.8 millones de menores. Así mismo 132 millones de niños y niñas menores de 15 años realizan algún trabajo forzoso en la agricultura.
Todo esto sin contar los millones de niños y bebés que mueren al año víctimas del aborto y las guerras. Desafortunadamente para ellos ni siquiera aparecen en cifras que nos ayuden a comprender, y mucho menos abordar, la problemática de cada uno de ellos de forma realista y seria.
El pasado 12 de junio se celebró el "Día mundial contra el trabajo infantil", que este año estuvo dedicado a la erradicación del trabajo que realizan los niños en la agricultura. Como hemos visto estadísticamente a nivel nacional y mundial este es el rubro en donde se encuentra el mayor índice de niños trabajando y en donde los pequeños encuentran las peores condiciones, incluso considerándolos prácticamente como esclavos.
Con estos números escalofriantes deberíamos reflexionar muy seriamente: ¿cuál es su significado? Tal vez nos sentimos alejados de esta realidad, aún cuando nos topamos innumerables veces con niños harapientos, trabajando en las calles por una moneda, vendiendo chicles o moviendo esos globos en sus pompis… ya nos acostumbramos a verlos como parte del paisaje socio cultural. ¿Está eso bien? ¿Qué está fallando?
Los seres humanos nos complicamos la vida con ideologías, teorías y modelos que tratan de explicarnos por qué suceden las cosas y no nos damos cuenta de que la causa está en la ausencia del sentido común y del reconocimiento de la realidad, es decir, en no comprender los principios.
Los principios no son una entelequia racional ni un proceso exhaustivo de investigación. Los principios son los valores que emanan directamente de la "naturaleza de", y cuando hablamos de la persona humana los principios se refieren a los valores que emanan de nuestra naturaleza como seres con dignidad que habitamos en este planeta.
Por ello, es de sentido común la relevancia y el significado que tiene para la humanidad el velar por la permanencia de la raza humana en este planeta. No solo eso, al ser personas, seres individuales de naturaleza racional, podemos reflexionar sobre nosotros mismos, sobre esta autodeterminación a la que llamamos libertad. La libertad no es otra cosa que la posibilidad de elegir el mejor de los bienes buscando, al final de cuentas, la felicidad. Esta felicidad va más allá de lo temporal, ya que la culminación de la misma en esta tierra es la trascendencia, es decir, superar nuestros propios límites humanos.
Como seres humanos podemos trascender a través de nuestras obras que se manifiestan en la cultura. Sin embargo, la mayor y más feliz trascendencia se da mediante la transmisión de nuestros genes a una nueva generación, es decir, la procreación y con ello la transmisión de nuestros valores y testimonio de vida, procurando dejar un mejor lugar para esos a quienes heredamos todo lo que somos.
En términos de humanidad estamos hablando de las generaciones venideras. Es por esto que no podemos quedarnos al margen de lo que sucede con millones de niños que, como hemos visto, se encuentran en condiciones deplorables.
Mientras haya un pequeño que necesite de comer, que tenga que trabajar o que sufra la esclavitud, no podemos sentaros a descansar. En yoinfluyo.com hemos hablado y seguiremos hablando de ese extraordinario PRINCIPIO (una vez más) que es la virtud social por excelencia: la SOLIDARIDAD.
Por este principio de solidaridad y reconociendo esta realidad es que hacemos un llamado a la reflexión, y te invitamos a que la conclusión de esta editorial la hagamos juntos. ¿Qué nos toca hacer?, ¿qué podemos hacer?, ¿cómo?, ¿cuándo?, ¿dónde?
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