miércoles, 3 de febrero de 2010

El humilde sarcófago de San Pablo

Por: Querien Vangal

Enero / 2007

 

Lo que más impresiona del sarcófago de San Pablo, que el Vaticano sacó hace unos días parcialmente a la luz, es el tosco acabado del mármol, prueba del enorme respeto del emperador Constantino, que levantó la primera basílica el año 320, y del emperador Teodosio, que construyó la del 390, pues ninguno se atrevió a sustituirlo por una pieza mejor.


La grandiosa basílica de San Pablo Extramuros, que fue durante un milenio la más grande de Roma, custodia bajo el altar un sarcófago mucho más modesto que los encontrados a su alrededor, algunos de los cuales pueden admirarse en los Museos Vaticanos.


El cardenal Andrea Cordero Lanza de Montezemolo, arcipreste de la basílica, y el arqueólogo Giorgio Filippi, director de las excavaciones, anunciaron ayer el hallazgo del sarcófago de San Pablo, sepultado a lo largo de los siglos por sucesivas elevaciones del pavimento del templo, y protegido por una voluminosa colada de hormigón que todavía envuelve la mayor parte de la reliquia.


Sin dudas


«No hay ninguna duda de que el sarcófago encontrado bajo el suelo de la Basílica de San Pablo es el del Apóstol», afirmó el cardenal Montezemolo al mostrar las primeras fotografías de uno de sus lados, visible a través de un túnel practicado en el bloque de hormigón situado bajo el altar mayor. El sarcófago mide 2,55 metros de largo por 1,25 de ancho y 0,97 de altura, y esta cubierto por una tapa de 30 centímetros de espesor.


Según el arqueólogo Filippi, «la imponente documentación histórico- arqueológica demuestra que es el mismo sarcófago sobre el que se construyó en el 390 la grandiosa basílica de Teodosio. Eso no excluye, por supuesto, que sea anterior. Sencillamente, lo tenemos documentado desde esa fecha».


La basílica de Teodosio, del año 390, es nueve veces más grande que la construida por Constantino en el 320, limitada por la cercanía de la tumba a la Vía Ostiense, a la que se abría la puerta principal del templo, orientada al Este. Para poder hacer una basílica mayor todavía que la edificada por Constantino en el Vaticano sobre la tumba de Pedro, los arquitectos de los emperadores Valentiniano, Teodosio y Arcadio «hicieron girar el templo 180 grados sobre una bisagra que es precisamente la tumba del Apóstol», lo cual permitió construir una basílica de cinco naves y 131 metros de longitud, con las puertas hacia el Oeste.


Filippi añadió que «excavando delante del altar descubrimos el ábside de la basílica de Constantino, que hemos recubierto con un panel de vidrio transparente para que puedan verlo peregrinos y estudiosos». El sarcófago del Apostol decapitado en Roma el año 67 se apoya «sobre otro bloque de hormigón del nivel de Teodosio, superior al de Constantino, bajo el que pueden estar los restos del «trofeo» (monumento) que el presbítero Gayo mencionó a finales del siglo II».


El sarcófago, depositado a nivel del suelo en la basílica de Teodosio, quedó semienterrado cuando el Papa León Magno (440-461) elevó 60 centímetros el pavimento de la basílica. Posteriormente, Gregorio Magno (590-604) lo subió hasta un metro y 80 centímetros, dejando ya completamente enterrado el sarcófago, visible sólo desde una cripta que fue taponada en 1585 por Sixto V en su gran renovación de la basílica. Cuando el incendio de 1823 la destruyó casi por completo, el sarcófago no sufrió daño alguno pues llevaba varios siglos sepultado. La nueva reconstrucción, en 1840, volvió a dejarlo enterrado e invisible. Hasta ayer.


«EL RESPETO A LA LEY ENALTECE NUESTRO ESPÍRITU»
 



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